El ascensor de un tradicional edificio citadino inesperadamente se convierte en el pase a un mundo mágico de revisionismo histórico, distribuido en dos pisos a los que su dueño llamará “búnker”. En uno, este mundo paralelo se fusiona con su rutina laboral como abogado y contador, y en el otro con su vida íntima, personal. El túnel del tiempo que ha creado el doctor Oscar Casares está diseñado para atravesarlo en colores, con asombro y curiosidad.

“Siempre tuve un espíritu coleccionista, siempre tuve eso de ser un poco acaparador”, se define Casares, una persona “con muchas pasiones” en su vida que las ha podido desarrollar. “Por eso colecciono cosas de diferentes rubros, las he podido agrupar, estudiarlas y mostrarlas para mi vida privada con una visión de un todo”, explica.

Este profesional de las leyes y la contaduría aclara que no “junta cosas” sino que las colecciona de forma integral, “teniendo una totalidad de eso que me gusta”. Y da un ejemplo: “Un día alguien me ofreció una colección de cuatro autos de Fangio, pero en qué contexto iba yo a tener eso, cómo iba a presentarlo; para mí todo tiene que darse en serie”, y muestra su serie de monumentos históricos del mundo replicados en pequeñas esculturas en bronce viejo. Así como 13 artículos de oficina bañados en oro que los adquirió en una fábrica española.

Para él, cada pieza tiene que tener un sentido en un todo, un contexto histórico; de ahí que no le resulte fácil elegir al momento de cada adquisición.

 

De chico, Oscar coleccionaba lo típico para la edad: figuritas. Después, “hace unos 25 años voy a un kiosco de Godoy Cruz, donde vivía, y el dueño tenía una colección de CDs de música clásica y los tenía muy bien presentados y armaditos. Ahí quise hacer lo mismo”, recuerda quien está a punto de cumplir 68 años.

Y de este modo nos guía a un viaje por su universo de reliquias de todo tipo, donde se destaca el deporte, la música y la arquitectura mundial.

Fanatismo con historia

El mundo del fútbol en particular está entre sus grandes amores; con series de maquetas originales de los más importantes estadios del mundo, camisetas y hasta el archivo completo encuadernado por año de la mítica revista El Gráfico, entre otras publicaciones deportivas y objetos de valor de diferentes deportes.

Pero también colecciona libros de sus profesiones, el derecho y la contabilidad, y de historia del arte, entre otros. Justamente el arte ocupa un lugar destacado en su vida de coleccionista.

En una de las paredes del estudio Casares sobresale un cuadro de grandes dimensiones que contiene billetes de todas las épocas de nuestro país, intervenidos artísticamente por la reconocida Florencia Aise. “Esta obra muestra la evolución de nuestra moneda con los nombres de los presidentes o entidades que han creado cada uno”, describe Oscar la pieza artística en la que refleja a Alfonsín con los australes, a De la Rúa con los lecop y Menen con los pesos, entre los más actuales.

“Fue creada entre los dos, digamos, yo le pasé la información y el material y Florencia puso su arte”, dice sobre uno de los cinco cuadros que tiene de la artista mendocina de trayectoria internacional. Entre ellos también tiene un collage de billetes del mundo, titulado “La llave de la fortuna”, u otro perteneciente a la serie Caballos de la pintora dedicada al hiperrealismo y conocida por pintar autorretratos de presidentes y gobernadores.

Cuatro estantes que ocupan casi el largo de la pared de su oficina contienen la colección de vehículos nacionales clásicos, los que han circulado por el país a partir de la década del ’60 hasta el 2003. Son todos autos con historia. Esa colección Oscar la tiene ordenada por fábrica, hay desde un Fiat 600 hasta un Valiant o un Torino.

Las ventajas de coleccionar en el siglo XXI

Compara sus inicios a la actualidad, y la facilidad que le brinda hoy lograr completar sus colecciones “gracias a la compra online, por internet, a cualquier parte del mundo”. De todos modos, él ha adquirido buena parte de sus colecciones personalmente en diferentes países. Su serie de aviones de metal a escala real al principio los compraba en importadoras en Buenos Aires, y después lo completó en uno de sus viajes a Miami, Estados Unidos.

Esa colección de unas 200 aeronaves -que incluye todas las empresas aéreas y los distintos modelos de aviones- luce en cuatro de las repisas de su oficina, colocados todos a la perfección, empezando con los de fuselaje más largo hasta los de fuselaje más angosto, de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba. “Una vez vino la gerenta general de Aerolíneas Argentinas acá y se volvió loca con esta serie, le encantan los aviones”, revela.

Nada de lo que colecciona tiene valor comercial para él porque “no lo vendo”. Y vive su pasatiempo como una actividad que va más allá del coleccionismo. “Acá también tenés diseño, orden, la estética en la presentación”, distingue y es algo que queda a la vista cuando una persona recorre sus oficinas y hasta su propio hogar donde despliega este “búnker de colecciones”, como Casares lo denomina.

Considera que “no todo lo antiguo es bonito, no me gustan las cosas desgastadas, sucias o en mal estado”. Por eso dedica buena parte de su tiempo a preservar cada objeto que colecciona, desde su montaje hasta su limpieza impoluta.

Por su oficina, dedicada sobre todo a temas previsionales, lucen más de un centenar de autos clásicos de colección, y transitan adultos mayores, “abuelos que me dicen qué lindo para mis nietos”, cuenta Oscar; y sin embargo anticipa que estos objetos aunque se vean atractivos para el juego infantil “no son vehículos para que jueguen los niños, hasta no es recomendable, no deben tocarse; tampoco un niño tiene idea de la historia de cada objeto, no le daría el valor que esta colección tiene realmente”, advierte.

Así es como en una de las habitaciones de su hogar veremos luego una colección de autos de turismo carretera, que ocupa tres estantes. En otro estante se observan vehículos de carga, de pasajeros o de reparto que han marcado historia en nuestro país, como las combis escolares, los viejos camiones de YPF o de entrega de leche Sancor. Así también tiene una serie de autos de Fórmula 1, donde están los más destacados de la historia. “Sólo me falta el último que ganó”, reconoce.

La incógnita del legado

Es que, claro, las reliquias de Oscar Casares son celosamente protegidas por él y hasta hay colecciones que “limpio sólo yo, las chicas que me ayudan con la limpieza en mi casa o en la oficina ya lo saben, hay objetos que no puedo delegar sus cuidados”.

Y en cuanto al legado de sus colecciones, Casares no tiene descendencia y tampoco le preocupa demasiado quién se quedará con tantos objetos de valor económico y sentimental para su vida. O qué será del destino de ellos. “Lo que más me interesa es quién seguirá con esta pasión, y la respuesta es ‘nadie’”, asegura quien es hijo único y cuenta que “esto tampoco se hereda, mi padre por ejemplo no era coleccionista aunque tenemos muchas otras cosas en común”.

Es consciente, de todas formas, que “tranquilamente se puede hacer un museo con todo esto”.

El fútbol, su primera pasión

Como simpatizante de River Plate, Oscar Casares no sólo tiene camisetas firmadas por históricos jugadores del club sino que además lleva una estadística sobre cada futbolista que al menos una vez jugó profesionalmente e integró algún equipo riverplatense.

“Eso lo hago yo en mi computadora, como fanático, son estadísticas desde 1931 cuando River inició su carrera profesional hasta la fecha con jugadores de primera división que aunque sea una vez pisaron el Monumental con la camiseta de River; y lo tengo todo ordenado cronológicamente, eso pueden pensar en sacarlo de Google pero es un trabajo que así de agrupado y con información de cada uno estoy seguro que no existe”, afirma.

En cuanto a su costado melómano, Oscar señala –ya en una de las paredes de su piso ubicado en pleno centro mendocino- los vinilos que integran la colección completa de los Beatles; así como en otro espacio lucen discos representativos del rock argentino donde podemos observar a Vox Dei, Sui Generis, Pescado Rabioso y Almendra (es fan del “Flaco” Alberto Spinetta), entre otros. También expone una serie con artistas emblemáticos de rock inglés.

Llama la atención que cada vinilo está inmaculado y enmarcado en la serie correspondiente. “Aunque no lo creas, no escucho vinilos, no los voy a abrir”, confiesa y justifica: “Quiero preservar la originalidad de la obra, estos discos son obras de arte”.

Y mientras recorremos su hogar, nos encontramos con una mesa ratona de grandes dimensiones que sostiene una serie de maquetas de los grandes estadios del mundo, como el Manchester City (su preferido en cuanto a la arquitectura), el estadio de Munich, el de la “Juventus”, el de Liverpool, el Vicente Calderón del Atlético de Madrid y –por supuesto- el Monumental, entre otros. “Son así como híbridos porque el color se da con la iluminación del ambiente”, aporta.

Como hincha de Gimnasia y Esgrima de Mendoza, Casares muestra con orgullo una maqueta “trucha” que mandó a hacer de la cancha del “Lobo”. “Las otras maquetas son oficiales y recrean los estadios como son, esta de Gimnasia no porque no tienen maquetas originales los clubes locales, Vélez ha hecho una y un par más”, lamenta.

En una de las esquinas de su amplio living-comedor luce una Copa que River ganó en un amistoso en Checoslovaquia, “se la dieron al capitán del equipo, Ángel Labruna, y yo se la compré a él a través de un empresario amigo; es la copa más bonita -estéticamente hablando- que ha ganado River, pero no es oficial porque no fue un cuadrangular oficial”, comenta Casares.

Todas las camisetas de Barcelona, todas las que Argentina ha usado en los mundiales, 10 de las más representativas de River y otro tanto de equipos europeos, todas abarcan casi en su totalidad el pasillo que va a las habitaciones de su departamento.

En la recorrida sorprende por los detalles logrados las esculturas de Daiana Lazzarin que buscan reflejar goles o festejos que pasaron a la historia del fútbol argentino.

Su colección completa de las revistas de El Gráfico es “envidia” hasta para la propia empresa periodística, “algunos redactores, cuando tienen que buscar algo en archivos, me llaman a mí directamente para pedir tal o cual artículo de tal año”, revela quien tiene todo cronológicamente ordenado en libros encuadernados con ejemplares por año de la más afamada revista deportiva del país.

Un lugar especial para homenajear a grandes del deporte

El salón de eventos que ocupa casi toda la terraza y ofrece una vista única de la Ciudad de Mendoza, ha sido visitado por figuras del fútbol como Amadeo Carrizo, el “Pato” Fillol o José Pekerman. Será por esta historia de vida que Oscar Casares una vez fue bautizado como “el Walt Disney del fútbol”.

En cuanto a los objetos futbolísticos, Casares tiene pelotas de cuero cosidas que han sido pateadas en mundiales de antaño y unos botines de Víctor Legrotaglia que para él valen oro –sentimentalmente hablando-, tratándose de un mendocino fanático del “Lobo” y quien tuvo la oportunidad de entablar una relación de amistad con el ídolo del fútbol mendocino. De hecho, le brindó un homenaje en su salón cuando cumplió 80 años. “Sí, también hice homenajes post mortem a la figura de Nicolino Locche, vinieron sus tres hijos, y al Negro Contreras en vida cuando también cumplió los 80”, cuenta sobre sus tributos al boxeador y al ciclista.

Una original cava con dispenser espera en su salón de eventos la visita de figuras renombradas del deporte a las que Casares invita. Se trata de un diseño especial que él a creado y un especialista lo llevó a cabo. “Esta conjunción del concepto de cava con dispenser es muy original, el diseño es particular y te permite ir sirviendo copas de vino manteniendo la temperatura justa de la bebida”, destaca Oscar Casares y –como no podía ser de otro modo- su cava-dispenser contiene botellas de vino vinculadas al fútbol.

Su estudio privado de estilo inglés lo diseñó en honor a su descendencia materna. “Mi mamá es inglesa”, dice sobre Noemí Susana O’Shee de Casares, vecina del conjunto residencial Dalvian. Y es con ese barrio privado, el más afamado de la provincia, que Oscar tiene una relación especial: “He vivido su desarrollo desde casi sus inicios, a principios de los ’90, he ido atravesando todas las etapas y soy testigo de su crecimiento, con más servicios, más seguridad, más confort”, opina sobre Dalvian y destaca a su vez su ubicación estratégica, “muy cerca del centro, de fácil acceso y en un lugar increíble de montaña”, considera.

Así las cosas, Oscar Casares nos despide cordialmente, para continuar con su labor contable y sus casos judiciales, orgulloso de exponer en público sus pasiones de coleccionista y con el propósito de que se tome la historia del deporte, del arte, de la música, de la cultura y del patrimonio arquitectónico universal, como un tesoro al que cada día se debe respetar, cuidar y –sobre todo- preservar.